El secado o deshidratación de tomates es una técnica antigua que nos
permite disfrutar del sabor intenso de nuestros tomates de verano durante el
invierno. Una forma más de conservar este excelente fruto, tan apreciado por la
mayoría de los consumidores.
La técnica es sencilla si seguimos los siguientes pasos:
- Elegir tomates de temporada, maduros pero firmes.
- Lavarlos y secarlos bien.
- Cortar en mitades e incluso en cuartos si son demasiado grandes.
- Añadir sal por toda la superficie, esto permite acelerar el proceso de
evaporación (también en este momento se pueden añadir especias o hierbas al
gusto).
- Colocarlos en una superficie con rejilla de forma que el aire circule con
facilidad entre ellos.
- Cubrir con tela de tul para evitar la entrada de insectos.
- Colocar en un sitio lo más soleado posible.
- Cuando los veamos secos por un lado, les daremos la vuelta y repetiremos
los pasos anteriores.
Dependiendo de la temperatura, los tomates tardarán entre días y semanas en
secar. Si vivimos en zonas frías, deberemos ponerlos a cubierto durante la
noche para que no se rehumedezcan con el rocío de la madrugada. Sabremos que
están secos porque se oscurecen y dejan de estar pegajosos.
A partir de este momento, podremos utilizarlos
durante todo un año si los guardamos de forma apropiada. Para ello podemos
utilizar botes de cristal con tapadera a los que incluso podemos añadir una
bolsita de desecante (gel de sílice).
Son muchísimas las formas de utilizarlos. Entre las más sencillas, añadirlos
a los guisos, de la misma forma que utilizaríamos un tomate natural, ya que se
rehidratará en poco tiempo, soltando todo su intenso sabor. También se pueden poner
en aceite o moler e incluso rehidratar para utilizar en ensaladas. En internet
podéis encontrar todos sus usos.
Si queréis saber cómo embotar salsa de tomate o mermelada de tomate de
forma adecuada, podéis visitar nuestro post del año pasado en el que os
explicábamos esta otra forma de conservar tomates.
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